El otro día estaba leyendo el periódico The International Herald Tribune (que me gusta mucho). Había un articulo sobre la tragedia que está ocurriendo en Siria ya desde hace demasiado tiempo y sobre las muchísimas personas que tenían y tienen que marcharse de su país, para salvarse la vida y buscarse un futuro mejor.
Acompañando al artículo, había una fotografía hecha en un campamento de refugiados cerca de Ammán, Jordania por la fotógrafa Tara Todras-Whitehill, trabajando para el periódico The New York Times. La foto me sorprendió, por que para mí tiene el mismo (triste) mensaje que una foto parecida que he hecho en este precioso país, en enero 2010.
Las dos fotos muestran un chico de una edad en la que normalmente está protegido por el entorno de su familia, en el que va al colegio y en el que todavía no tiene que preocuparse de mucho en la vida.
Los dos chicos en ambas fotos, sin embargo, no tienen “este lujo”. Sobre todo por motivos de économicos, están forzados de buscarse la vida en la calle y intentar de vender lo que sea para sobrevivir y vivir, como millones de niños en el mundo.
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